sábado, 2 de febrero de 2008

El drama de las escuelas rurales


Unos 900 mil chicos estudian en establecimientos ubicados en parajes inhóspitos sin más ayuda que la proporcionada por la sociedad civil.
BUENOS AIRES (NA) -- En escenarios de montañas, desiertos, llanuras o suelo colorado, los docentes de las 13 mil escuelas rurales emplazadas en los parajes más inhóspitos del país, cuentan solamente con la ayuda de la sociedad civil para acercar la enseñanza a unos 900 mil chicos, en su mayoría en situación de extrema pobreza, frente a un Estado "ausente" y con maestros en condiciones laborales paupérrimas. Graves problemas de infraestructura, escasez de servicios, de útiles escolares, de materiales didácticos y un alumnado que no puede completar los diez años de educación obligatoria por falencias de las escuelas, son sólo algunos de los flagelos que padecen estos establecimientos, según coincidieron en alertar docentes y expertos vinculados con el sector. En Río Negro, más precisamente en el lejano paraje Chipauquil, al sur de la meseta de Somuncurá, donde nacen las vertientes que dan vida al Arroyo Valcheta, se halla la escuela Nº 76, que brinda albergue a unos 22 chicos, provenientes de campos distantes, mientras que una radio local sirve de canal de comunicación entre maestros y padres. Allí los chicos pueden satisfacer sus necesidades básicas, al tiempo que tienen la posibilidad de completar la enseñanza media. No ocurre lo mismo, por ejemplo, en dos establecimientos ubicados en el Litoral del país, donde se registra una situación "acuciante", según el presidente de la asociación civil Alianza para la Educación, Claudio Spagnolo. El educador graficó la realidad que sufre buena parte del sector: "Si observamos minuciosamente, descubrimos en las escuelas rurales casos de necesidades muy primordiales. Por ejemplo, hay chicos que van a la escuela por la mañana y prestan sus zapatillas a los alumnos que estudian por la tarde". Por otro lado, "los manuales escolares tienen más de doce años de antigüedad, poniendo en peligro la enseñanza de los niños al contar con documentación no actualizada. Además, en la actualidad, las escuelas rurales sufren los avatares de las grandes ciudades, como robos, instalaciones edilicias muy precarias y, sobre todo, abandono, tanto político como estudiantil", dijo Spagnolo. Es que de acuerdo al titular de esa ONG, la mayoría de los alumnos son hijos de empleados de estancias, donde "el papá se levanta a las cuatro de la mañana y retorna al hogar a las nueve de la noche, gana 650 pesos, y tiene al menos cuatro chicos a quienes atender. En este contexto, los estudiantes no cuentan con los recursos suficientes para formarse y romper el circulo de la pobreza, la peor de ella, que es la falta de educación, capacitación y de un ideal de salida a esta realidad". Ante esta situación, aparece rápidamente el determinismo, esto es pensar que no tienen salida porque nacieron en contextos de pobreza y seguirán así siempre, aseguró. Entonces- agregó- rápidamente suelen abandonar la escuela, y dedicarse a hacer changas, a ayudar a sus papás en la cosecha o en la realización de tareas hogareñas. En cuanto a los niños que no trabajan, éstos "están a la vera del camino esperando la asistencia de la comunidad, puesto que no tienen una contención de la familia", señaló el titular de Alianza para la Educación, una ONG que brinda asistencia a varias escuelas rurales del país. De acuerdo con las estadísticas del censo de 2001, existen en todo el territorio argentino 13.400 escuelitas rurales que albergan a unos 910 mil estudiantes en su mayoría de la escuela primaria. "Otra urgencia es la culminación de los estudios. El secundario no se realiza normalmente en estos centros educativos, y quienes desean completar el último ciclo tienen que viajar al pueblo más cercano, alojarse y alimentarse. Sin embargo, la situación económica de los papás no permite este gasto extraordinario y están condenados a quedarse sólo con sexto grado", manifestó a Noticias Argentina, la presidenta de la Asociación de Padrinos de Alumnos y Escuelas Rurales (Apaer), Noemí Arbetman
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